Descripción
Indiferente y retraída, como si no importara, la ciudadanía paraguaya ofrendó sus libertades al populismo autoritario, en uniforme combatiente de la Guerra del Chaco.
Esa fue la negación de la prédica nacionalista en auge. Un pueblo verdaderamente heroico, patriota, abnegado y valeroso no repudia tan sumisamente sus derechos civiles, políticos y económicos cual manso rebaño pastoril.
La contienda expuso la hazaña suprema del liberalismo constitucional lanzado en 1870 para enterrar las tiranías vitalicias recientes. La Constitución, sancionada bajo Ejércitos de ocupación extranjeros, desterró la dictadura, inauguró la educación pública gratuita y universal, otorgó la protección de una justicia independiente, liberó de mordazas a la opinión ciudadana, capaz al fin de expresarse.
Con los liberales radicales al mando desde 1912, se inauguraron las políticas de Estado que trascendían presidencias. Nunca se tuvo un Gobierno tan eficiente y eficaz como el de Eusebio Ayala que condujo la guerra, proveyó los recursos y logró créditos internacionales en medio de la Gran Depresión mundial. Se peleó y se dejó de combatir en el Chaco al arbitrio de Ayala y de los intereses nacionales.
Lo que vino después fue una repetición de 1816, un régimen despótico, capricho so y corrupto, de ropaje fascista. Estuvo respaldado en el ejército victorioso, devenido
Ejército de Ocupación de su propio país desde febrero de 1936. Tomó cuatro años suprimir enteramente la Gran Constitución y la ignominia política le cupo al glorioso
Conductor militar. Medio siglo de lucha y mártires recuperó las libertades en 1989.
