Descripción
«Nuestra preocupación por (…) la mala distribución de la propiedad territorial, había nacido de un recuerdo de nuestra niñez (…) cuando fuimos testigos del éxodo de toda una pequeña población campesina de la que formaban parte varios excompañeros de clase de la escuela primaria. En aquella oportunidad, una tarde de ardiente sol de enero, vimos descender de la cresta de una colina, por un camino de tierra roja como una corriente de sangre, una caravana formada por carretas, carros, caballos, lecheras, cerdos y otros animales domésticos, llevados por sus dueños, ancianos, hombres maduros, mujeres, jóvenes y niños. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué estas gentes abandonaban sus casas y sus chacras? El patrón había muerto y los nuevos dueños de las tierras donde se encontraba la población de pequeños agricultores habían decidido ocuparlas con ganados (…).
Hablamos con los excompañeros de clase de los primeros grados de la escuela primaria. Nos relataron el drama de la caravana. No querían dejar su «valle»; pero estaban obligados a hacerlo… Desde entonces, no supimos nada de ellos. Les habría tragado la selva o la tierra. Al año siguiente visitamos el lugar de donde había partido aquella caravana. Las casas estaban en ruinas; el lugar de las cementeras era ahora una pradera donde pastaban algunos animales y los naranjales comenzaban a secarse. Un año después, ya no estaban las casas. De la antigua población sólo quedaban algunos naranjos. Los animales habían ocupado el lugar de los hombres. Este recuerdo de nuestra niñez y las enseñanzas de nuestro padre sobre el problema social de la tenencia de la tierra en el país, apresuraron nuestros estudios sobre los problemas de la reforma agraria…